En entornos de fabricación altamente sensibles, las descargas electrostáticas (ESD) incontroladas pueden causar enormes daños a personas, productos y máquinas. Los guantes ESD son la solución: previenen de forma fiable la carga y la descarga, garantizando así la máxima calidad en cada etapa de la producción. La certificación es crucial.
A continuación, se presenta un resumen de las normas y estándares más importantes para guantes ESD:
- EN 16350:2014: Certifica la conductividad electrostática de los guantes. Una resistencia superficial inferior a 1,0 × 10⁸ ohmios garantiza que las cargas se descarguen de forma segura, esencial para las zonas protegidas contra ESD (EPA).
- EN ISO 21420:2020: Garantiza comodidad, ergonomía y máxima destreza. El nivel de destreza 5 garantiza la manipulación precisa de los componentes más delicados.
- IEC 61340-5-1:2016: Especifica requisitos exhaustivos para la protección de componentes electrónicos contra descargas electrostáticas. Su cumplimiento es obligatorio para todas las empresas del sector electrónico.
- EN 388:2016 + A1:2018 (3121X): Aquí se evalúan las propiedades de protección mecánica, como la resistencia a la abrasión, al corte, al desgarro y a la perforación. El perfil "3121X" demuestra una buena resistencia a la abrasión y flexibilidad, ideal para trabajos de precisión. Esta norma no es obligatoria en el contexto de ESD, pero muchos guantes están certificados según ella y ofrecen una función adicional.
Sectores de aplicación típicos:
- Industria electrónica: Ensamblaje de placas de circuito impreso, fabricación de semiconductores, tecnología de sensores
- Automoción: Fabricación de sistemas electrónicos para vehículos
- Tecnología médica: Fabricación de dispositivos de diagnóstico y terapéuticos sensibles
- Industria farmacéutica: Protección de sustancias sensibles contra ESD
- Aeroespacial: Fabricación de sistemas electrónicos para navegación y control
Los guantes ESD que cumplen con todas las normas pertinentes son una inversión indispensable en seguridad y calidad. Garantizan entornos de trabajo controlados, reducen las tasas de fallos y refuerzan la confianza de sus clientes: una ventaja competitiva que vale la pena.